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Post Ana Turmac, 21 septiembre, 2025

La familia es lo primero: mandatos familiares y salud mental

Manos formando un corazón detrás de barrotes, símbolo de los mandatos familiares que limitan la libertad y afectan la salud mental

Hoy es domingo. En muchos hogares de España – y seguramente de muchos otros lugares del mundo – las familias se reúnen alrededor de la mesa. Comida en abundancia, largas sobremesas, bromas que se repiten…Es un ritual que simboliza unión, tradición y pertenencia.

En la familia de Marta, sucede lo mismo. Cada domingo se sienta a la mesa con su familia, esforzándose por mostrar una sonrisa tranquila. Pero por dentro, la tensión la acompaña como una sombra silenciosa que se sienta a su lado sin ser invitada. Marta tiene que ocultar partes de su vida: evitan mencionar a su pareja y mide cuidadosamente sus palabras, consciente de que, si hablara con sinceridad, las críticas y el rechazo no tardarían en aparecer.

Ese momento, que en principio debería ser un espacio de cuidado, se ha transformado para Marta en un lugar donde tiene que protegerse del juicio y silenciar su vida auténtica. Como tantas otras personas, enfrenta un doloroso dilema: pertenecer a su familia a costa de ocultar quién es o hablar con libertad y arriesgarse a perder ese vínculo.

Este artículo inaugura a la sección La Familia Normal, un espacio donde reflexionamos y compartimos historias sobre los mandatos familiares y su impacto en la salud mental. Muchos de estos mandatos se presentan como verdades indiscutibles, pero en la práctica se convierten en fuentes de dolor y silencios forzados. El propósito de esta sección no es cuestionar la existencia de la familia, sino abrir un lugar donde podamos mirar de frente lo que ocurre en algunos sistemas familiares, sin culpa ni vergüenza, y de ahí crear imaginar relaciones más justas y saludable.

Cuando la familia deja de ser un refugio

Cada domingo, Marta escucha a su madre y a sus hermanos repetir la misma frase de manera directa o indirecta: «La familia es lo primero». Durante años creyó que esas palabras significaban protección. Hoy, al comprobar cómo intentan controlar su vida, entiende que en su casa esa frase encierra otro significado: ajustarse a normas impuestas y silenciar lo que resulta incómodo para las figuras dominantes de su familia.

La investigación y la práctica clínica en terapia familiar sistémica muestran cómo los sistemas familiares ejercen una poderosa influencia sobre las decisiones personales, muchas veces a través de mandatos implícitos, lealtades invisibles y silencios heredados. Boszormenyi-Nagy & Spart (1973) describen estas «lealtades invisibles» como deudas intergeneracionales que sostienen un equilibrio aparente de la familia, aunque sea a costa de la libertad y del bienestar personal.

El miedo de Marta a romper el vínculo o a ser vista como una traidora refleja la fuerza de estos mandatos. Ese mismo miedo lleva a muchas personas a normalizar el maltrato o el abuso en forma de manipulación, aceptando callar su vida auténtica para no arriesgar la pertenencia a la familia.

Los relatos familiares y su poder

Desde pequeña, Marta aprendió a mirar la vida a través del mapa trazado por su familia: ser una «buena hija» significaba obedecer y permanecer en silencio. Pero ese mapa no es neutral ni está permitido cuestionarlo; se fue configurando con el tiempo por las voces dominantes que decidían qué historias podían contarse y cuáles debían callarse a lo largo de la historia de su familia.

Las investigaciones en terapia familiar coinciden en que las historias familiares no son solo relatos del pasado, sino que funcionan como guiones que asignan roles y expectativas, y como mapas que marcan caminos permitidos y prohibidos (Vetere & Dallos, 2021). Cuando ese guion insiste en imponer ideas como “la familia es lo más importante”, las personas se ven atrapadas un dilema difícil: mantenerse en el papel de “buena hija” o “buen hijo”, aceptando la ruta marcada por el sistema, o arriesgarse a elegir otro camino con la amenaza de ser juzgadas o excluidas de la familia.

Desde la perspectiva de la Terapia Narrativa, Michael White proponía entender estas dinámicas como mapas dominantes que organizan la vida: La persona no es el problema, el problema es el problema” (White & Epston, 1990). En el caso de Marta, el problema no es a quién ha decidido amar, sino la historia heredada que convierte ese amor en una amenaza para la unidad familiar.

El precio oculto de la lealtad

En silencio, Marta se repite la misma pregunta: «¿Estoy siendo egoísta por querer vivir mi vida a mi manera?«

Esa duda refleja la culpa que generan estos mandatos. Investigaciones en terapia familiar sistémica (McGoldrick y Hardy, 2019) han demostrado cómo las lealtades familiares pueden provocar ambivalencia y vergüenza, atrapando a las personas entre el peso de pertenecer y la necesidad de autonomía.

Durante la terapia, Marta comienza a explorar sobre su silencio:

Hacer visible el coste de estas renuncias suele vivirse como una traición. Sin embargo, es un paso necesario para comprender el impacto de los mandatos familiares que exigen obediencia a cambio de amor. Como señalaba White (2007):

“Los relatos dominantes sobre la familia actúan como mapas que restringen el movimiento de las personas. Lo terapéutico comienza cuando podemos cartografiar otros territorios posibles.”

Historias que merecen ser contadas

En una de nuestras conversaciones, Marta dijo: “Es duro pensar que mi familia, que debería apoyarme, me castiga por amar a alguien que no aprueban. Y más duro aún es entender que tengo que pedir permiso para tomar decisiones tan íntimas y personales en mi vida.”

Reconocer este dolor, sin tratar de justificarlo con el deber, fue un cambio importante para Marta. Como plantea Fredman (2014), nombrar la experiencia sin adornarla con excusas contribuye verdadero un acto de sanación. No se trata necesariamente de romper con la familia, sino de explorar otras formas de relacionarse con ella.

Marta empieza a imaginar una historia alternativa: una en la que puede ser hija y pareja a la vez, y donde la lealtad no se mide en sacrificio, sino en respeto a su dignidad.

Preguntas para trazar nuevos caminos

La práctica narrativa formula preguntas que permiten generar «fisuras» en la historia dominante de la familia. Al abrir estos espacio, podemos imaginar relatos alternativos con los que las personas se pueden sentir más identificadas (White & Epston, 1990; Fredman, 2014).

En el caso de Marta – y de tantas otras personas – algunas de estas preguntas son:

Conclusión

La historia de Marta nos recuerda que no está sola en este dilema. Muchas personas viven la tensión de amar y ser amadas en familias donde el afecto se condiciona a obediencia y la pertenencia parece depender de tu silencio ante sus imposiciones.

Con la sección La Familia Normal, queremos abrir un espacio para cuestionar estos relatos que, bajo la apariencia de protección, sostienen dinámicas que limitan la autonomía de las personas y generan mucho sufrimiento.

La solución no es única: en terapia, cada persona puede encontrar la alternativa que mejor le permita vivir con dignidad, coherencia y respeto. No se trata necesariamente de renunciar a la familia, sino de explorar otras formas de mantener vínculos, de tal manera que el amor no se confunda con el control, ni la lealtad se mida a través del sacrificio.

Hacer visibles estas tensiones no significa traicionar, sino reconocer toda persona tiene derecho a redefinir sus relaciones para cuidar y proteger la dignidad, la autonomía y el bienestar emocional.

Si estas palabras resuenan contigo, recuerda: no estás sola ni solo. Aquí encontrarás un espacio seguro para contar estas experiencias y comenzar a construir poco a poco territorios de vida más justos, dignos y respetuosos. 

Referencias

TERAPIA, MEDIACIÓN Y FORMACIÓN

La persona no es el problema. El problema es el problema

Ofrecemos servicios de terapia, mediación y formación con perspectiva de género, inclusiva y una ética de trabajo basada en el respeto profundo por las personas y sus historias de vida
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