Este artículo fue publicado originalmente en la revista Psyciencia el 1 de noviembre de 2011. Aquí se presenta con actualizaciones y adaptaciones para su difusión en este espacio.
Las prácticas narrativas colectivas y la prevención de la violencia escolar han surgido como una evolución del modelo narrativo original, que fue desarrollado por Michael White y David Epston. Estas prácticas, que se inspiran en principios como el respeto, la colaboración y la posición descentrada del facilitador, se han adaptado a diferentes contextos comunitarios en diversas culturas y geografías. Su principal objetivo es promover la agencia colectiva, rescatar conocimientos comunitarios y resignificar las relaciones con los problemas que afectan a los grupos, como la violencia escolar.
David Denborough y Cheryl White, desde el Dulwich Centre, han sido pioneros en el desarrollo de estas prácticas, que hoy se aplican en comunidades aborígenes, pueblos en conflicto bélico, y con niños y adolescentes, siempre con un profundo respeto por el contexto cultural. Algunas de las prácticas colectivas más conocidas son El Árbol de la Vida, El Equipo de la Vida, Las Recetas de la Vida o El uso de documentos colectivos.
La violencia escolar y los valores en el contexto escolar
La violencia, como fenómeno social, a menudo se transmite a través de discursos que se han normalizado y de valores dominantes como la competitividad, el individualismo o el hedonismo. Desde la práctica narrativa, nos adentramos en este fenómeno deconstruyendo los discursos sociales al plantear preguntas como:
- ¿De dónde vienen las ideas que dicen que hay que “aguantar” o “hacerse el duro”? ¿Quién las sostiene hoy en día?
- ¿Qué tipo de persona te gustaría ser cuando estás en una situación de conflicto? ¿Qué valores te gustaría defender?
- ¿Qué ejemplos de personas o personajes conoces que enfrentan los conflictos sin violencia? ¿Qué te enseñan?
- Si pudieras enviar un mensaje a alguien que vive situaciones de violencia en el cole, ¿qué le dirías desde lo que tú sabes y has vivido?
Creemos que los valores no se han perdido; más bien, siguen vivos en las personas. Las prácticas narrativas nos permiten rescatar y valorar estas creencias y conocimientos, especialmente durante la adolescencia, un momento clave en el que se pueden reconfigurar las identidades a partir de relatos que resuenan con ellos.
Prácticas narrativas colectivas con adolescentes: identidad y agencia
La experiencia de acompañamiento que realizamos en un colegio de Madrid (España) demuestra el impacto de estas prácticas. Trabajamos con un grupo de 4º de ESO, que posteriormente facilitó un taller para sus compañeros de 1º de ESO. El objetivo fue doble: prevenir la violencia entre iguales y fomentar una identidad centrada en los valores y fortalezas de cada estudiante.
A través del diálogo, la reflexión crítica y el uso de recursos visuales y narrativos, los y las adolescentes compartieron historias personales que dieron lugar a nuevas comprensiones sobre la violencia como un constructo social que se sostiene en valores aprendidos y no cuestionados. Este trabajo colectivo creó un sentido de comunidad y pertenencia, transformando las historias individuales en relatos colectivos de resistencia.
Prácticas narrativas colectivas y prevención de la violencia escolar
Entre las prácticas que utilizamos, hay algunas destacan:
- La desconstrucción, nos permite analizar los discursos culturales sobre la violencia, los roles de género y las expectativas sociales.
- El árbol de la vida, nos permite trabajar en capacidades, relaciones significativas y valores, sin retraumatizar.
- Documentos terapéuticos, se generó un documento con los aprendizajes y valores del grupo, que se compartió en el colegio como legado para futuras generaciones de estudiantes.
Este tipo de intervención no solo busca cambios en el comportamiento; también promueve una reconfiguración de la identidad basada en la agencia, el respeto mutuo y el reconocimiento de las capacidades tanto individuales como colectivas.
Conclusiones
La prevención de la violencia escolar desde una perspectiva narrativa no se basa en imponer normas, sino en abrir conversaciones, explorar significados y construir relatos alternativos que refuercen la dignidad, los valores y la identidad de los y las adolescentes.
Las prácticas narrativas colectivas permiten crear un espacio emocionalmente seguro, generar comunidad y transformar la relación con la violencia desde la colaboración, la memoria y la esperanza.
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