
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, nos invita a no solo reivindicar derechos y denunciar desigualdades, sino también a reflexionar sobre los factores de género en la salud mental y cómo estos moldean nuestras experiencias y significados. En la práctica terapéutica, las mujeres llegan con historias marcadas por mandatos de género, cargas invisibles y exigencias que afectan su vida. Este fenómeno evidencia el impacto de los factores de género en la salud mental, un aspecto que no puede ser ignorado en los espacios terapéuticos.
El impacto de los factores de género en la salud mental
Desde la infancia, a las mujeres nos bombardean con mensajes que moldean nuestra manera de pensar, sentir y actuar. «Sé buena», «sé fuerte, pero no demasiado», «no molestes», «pon a los demás primero», «sé una buena madre/esposa/profesional». Estas narrativas no son inocuas, sino que afectan la identidad, la capacidad de poner límites y la percepción del propio valor.
- El mito del amor romántico y la idea de que el sufrimiento en una relación de pareja es algo normal.
- La idealización de la maternidad, que pasa por alto la carga emocional y física que conlleva.
- El mandato del cuidado, que normaliza la entrega incondicional a los demás.
- El perfeccionismo femenino, que provoca culpa por no ser suficiente en todos los aspectos.
Cuando estas creencias no se ponen en duda, pueden generar ansiedad, desánimo, estrés y una sensación constante de insuficiencia. La terapia se convierte en un espacio fundamental para identificar y deconstruir estos discursos.
La carga invisible de los cuidados
Uno de los aspectos más invisibilizados en la salud mental de las mujeres es la carga emocional y el trabajo no remunerado que sostienen en sus hogares, familias y entornos laborales.
¿Cuántas veces escuchamos a mujeres en terapia expresar que están agotadas, pero que no pueden parar porque "nadie más lo haría"?
El problema no es individual, sino estructural. Sin embargo, en muchos espacios terapéuticos, las mujeres son diagnosticadas con depresión o ansiedad sin considerar cómo los mandatos de género y las desigualdades estructurales moldean su malestar. Al enfocarnos solo en síntomas sin cuestionar las causas sociales, la terapia puede convertirse en una forma de opresión que invisibiliza los factores que realmente generan sufrimiento.
Abordar el impacto de los factores de género en la salud mental implica reconocer que muchas de las dificultades que enfrentan las mujeres no son trastornos individuales, sino respuestas comprensibles a un sistema que constantemente les exige más de lo que pueden dar. El desgaste mental que provoca la sobrecarga de cuidados no se resuelve con «organizarse mejor» o «buscar tiempo para una misma», sino con un análisis crítico de las desigualdades en la distribución de responsabilidades y con cambios concretos en los entornos de las mujeres.
La patologización de las emociones femeninas en terapia
Históricamente, las emociones de las mujeres han sido descalificadas, minimizadas o patologizadas.
- La «histeria» fue un diagnóstico utilizado para invalidar el malestar de las mujeres.
- El llanto o la rabia se interpretan como signos de debilidad o inestabilidad emocional.
- A muchas mujeres que expresan su incomodidad con los roles de género se les dice que «exageran».
Desde un enfoque feminista de la terapia, se busca legitimar y contextualizar estas emociones, en lugar de etiquetarlas como patológicas. El malestar no siempre es un «trastorno», sino una respuesta lógica a la desigualdad.
Conclusión: Hacia una salud mental feminista
Si realmente queremos que la salud mental sea accesible y transformadora, es fundamental incorporar la perspectiva de género en la terapia. No se trata solo de escuchar, sino de cuestionar discursos, visibilizar desigualdades y proporcionar herramientas para que las mujeres puedan construir sus propias narrativas sobre el bienestar.
¿Cuántas veces has sentido que el problema era tuyo, cuando en realidad era una expectativa social injusta?
Reflexionar sobre esto es el primer paso hacia un cambio significativo. En este 8M, recordemos que la salud mental es también un derecho. El bienestar no debe ser un privilegio, sino una lucha que emprendemos en conjunto.